Foto: Av. Entre Ríos 1848 - Foto tomada 2014
@ Peña de Historia del Sur
Buenos Aires es una ciudad asombrosa.
Desde el punto de vista urbanístico,
ecléctica como se nos ofrece, nos deleita, aún con aquellos montajes que no son
nuestros favoritos.
Simplemente, porque resumen el tiempo en que
se edificaron, nos hablan de los anhelos y fantasías de los que encargaban las
obras; de las obsesiones y aprendizajes de los arquitectos y constructores
implicados: de los frentistas del Ticino (a), de los rostros de la nostalgia en los mascarones; de los
herreros sobre la fragua.
No todo era rosas en los empeños sobre los planos. Los sectores que dirigían la economía, construían sus mansiones afrancesadas, de espaldas a los sectores que continuaban considerando serviles y con un profundo desprecio, por los nuevos ricos que fabricaba nuestra economía de fines el XIX y comienzos del XX.
Av. Alvear 1922
Considero que el desprecio no se dirigía las falsas gárgolas, a la exagerada
ornamentación de los frentes que la más de las veces remitía a una suerte de
mercadillo donde revolviendo todo se podía conseguir a buen precio.
Foto: Av. Entre Ríos 2050 - Foto tomada 2014
@ Peña de Historia del Sur
Foto: Av. Entre Ríos 2050 - Foto tomada 2014
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Sino a los nuevos, que encarnaban un afán de lucro desmedido, pisaban fuerte en la economía nacional y lo que era peor se metían entre los entresijos oligárquicos: “a fuerza el dinero ahorca”. A punto tal que ya se iban mezclando en sangre. Las hijas de los parvenus se matrimoniaban con segundones de la elite, con embajadores extranjeros en nuestra ciudad. Y , así ocupaban espacios en instituciones, clubes, masonería, hilaban política y economía, tratando de hacer olvidar sus orígenes, aún cuando su pronunciación delataba su condición de recién llegados.
Estos inmigrantes, que habían venido a
poblar el gran suelo argentino, cuando el viento soplaba a su favor y generaban
fortunas, compraban tierras, edificaban cascos de estancias fabulosos, formaban
cotos de caza. En fin, remedaban de alguna manera al sr. Feudal de sus terruños europeos, a los apellidos copetudos de la casta
del poder nacional.
Pero, la economía argentina era insegura. Cada 3 u 8 años, un terremoto económico ponía
la soga al cuello. Se salía de ellos, pero temores permanecian. Una forma de asegurar los billetes, lo ofrecía el sector
inmobiliario. El que apuesta en ladrillos nunca pierde.
Así los industriales enriquecidos o en vías
de lograrlo, contrataban constructores, arquitectos para levantar edificios de
renta que les asegurara el porvenir… Por si acaso.
Los
terrenos eran exprimidos en el afán
especulativo, muchas casa que observamos con admiración en sus frentes
son por
dentro cuevas crueles. Y este detalle del que pocos hablan, hay que
repetirlo, para comprender cabalmente, aquel boom inmobiliario.
Estas son más, con detalle más o menos, los
basamentos de la arquitectura que admiramos. Ahora, que se ha puesto tan de
moda. En los muchísimos años que llevo historiando Buenos Aires, nunca había
observado tanto interés por los estilos, la carpintería, los mármoles. Es algo
muy positivo. Porque de esta forma, se generará una conciencia sobre nuestro patrimonio. (Espero que no
un comercio, que daría lugar a una segunda tanda de lucro sobre las mismas
obras)
Dra. Ana di Cesare y Margarita Paroli - Para Investigación Caro Colombo, por Peña de Historia del Sur
Pulicado 26 de diciembre de 2015